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¿Por qué el nombre de saber competir?. Detrás de esta web encontrarás el valor de la “superación”. Se trata de un elemento diferente del “talento” y de la “condición física”. Saber Competir es un elemento “olvidado” que incide sobre el rendimiento individual y colectivo. El talento se expresa libremente, sin límites, cuando se sabe competir.
Saber Competir es hacer frente a las dificultades con el objetivo de superarlas, entender la importancia del esfuerzo, aceptar y convivir con el cambio o los imprevistos, trasformar los problemas en retos o metas, estar guiado por la superación de continuos y sucesivos retos, querer aprender y mejorar en cada momento, sentirse estimulado por la responsabilidad y la exigencia. Saber Competir es tener una mentalidad de “superviviente”, siempre desde una ética personal. Basicamente, “saber competir” es superación personal. “Saber competir” es una manera de ser, de estar, de trabajar.
“Saber competir” consiste en lograr que la mente “fluya” ¡siempre!, bajo cualquier circunstancia y en cualquier escenario. Uno trabaja de forma inteligente, sintiendo plenamente lo que está haciendo, viviendo el instante presente, momento a momento, de tal forma que es lo que estás haciendo. El grado de concentración en la tarea es tal que uno se olvida de todo, hasta de si mismo, de hacerlo bien o mal, de ganar o de perder. Actúa de forma más inteligente que nunca, lee la situación y la resuelve con eficacia, casi de forma automática. Se siente competente en lo que está haciendo, ¡tiene confianza!. En el fondo, sabe que trabajando más y mejor superará a los “mejores”. La mente es llevada por el devenir de las acciones, fluye, lo que hace que el talento se exprese libremente, sin límites.
“Saber competir ” se enseña; “saber competir” se aprende. “Saber competir” comienza por superarse uno a sí mismo y termina por poner en disposición de superar a tus rivales.
El motor que a uno le conduce a lo largo del proceso que lleva hasta “saber competir” es la “superación personal”. En este proceso se pueden distinguir tres etapas. En la primera etapa el deportista trata de superarse a sí mismo; uno se enfrenta consigo mismo; trata de estimular el desarrollo de sus propias habilidades; uno puede llegar a ser su mayor enemigo por los obstáculos internos que él mismo se genera. Uno vive ensimismado, pendiente de sí mismo.
Desde la cultura de superación personal se llega a una segunda etapa. Uno toma conciencia de que el rival está cerca de si. Ya no es uno mismo. Es otro que está junto a él. Es su propio compañero de equipo con el que establece una sana competencia y de la que se enriquece tanto uno como el equipo. El esfuerzo se centra en la superación del compañero. La superación personal le ha ido haciendo competente. Cuando se entiende esta sana competencia dentro del equipo el compañero deja de ser rival y pasa a ser un cómplice o socio con el que es necesario colaborar, hacer un auténtico trabajo en equipo. Cuando el compañero deja de ser un rival y es más un cómplice, cobra protagonismo el auténtico rival. Ése ya no está al lado sino enfrente. Se trata del adversario. Ese si que es el rival.
En una tercera y última fase cobra relevancia el rival que vive fuera del vestuario. Se trata del adversario. Ese se sitúa enfrente durante la competición. Ahora el esfuerzo se centra en la superación del adversario. La superación personal y la sana competencia con los compañeros de equipo le han ido preparando a uno, dotándole de recursos, de tal forma que le llevan a estar en disposición de superar a sus auténticos rivales en la competición deportiva. Los equipos rivales van a hacer todo lo posible por superarnos. Uno, los compañeros, y el equipo han de estar preparados para superar el duelo en que consiste la competición.
La competición supone un doble duelo. Exige la superación personal e invita a la superación del adversario. El rendimiento óptimo se explica desde la idea de fluir. El doble duelo no se vive de forma amenazante; todo lo contrario, se vive y se siente como un desafío o un reto ante el que uno se sabe competente y capaz de superarlo, desde el trabajo bien hecho. Entonces se siente un disfrute intrínseco vinculado al máximo esfuerzo físico y mental, que hace que pasen desapercibidos. Uno se siente que maneja la situación y que está por encima de las circunstancias. Siente que tiene la llave de su rendimiento.
Saber Competir puede quedar muy bien ilustrado desde la inteligencia y el equilibrio emocional de Roger Federer; la motivación y el espíritu de superación de Rafa Nadal; la alegría y el atrevimiento de Valentino Rossi; la perseverancia de Raul González; la solidaridad y el carácter lúdico plasmado en el juego de la Selección Española de Baloncesto; el liderazgo de Paolo Maldini; y la “docencia” de Pepu Hernández, Arsen Wenger o Juande Ramos.
Cualquier deportista, cualquier entrenador, cualquier persona tiene a su disposición las aportaciones de la psicología del deporte si quiere mejorar las habilidades emocionales que le ayudarán a competir, a liberar plenamente su talento en la situación de mayor exigencia y de mayor dificultad.
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