Fútbol a tu Medida
"Si hoy no los has conseguido, cambia el día no el objetivo" Paciencia y Perseverancia.
jueves, 12 de mayo de 2011
"Claves para ganar una Final"
ü Desde el trabajo una final es un partido más. Las circunstancias que rodean al partido son únicas, diferentes, ya que la trascendencia del resultado es enorme. Pero el equipo no puede permitirse que su trabajo se vea afectado por este escenario especial.
Atendiendo al trabajo que debe realizar cada futbolista, cada línea y el equipo es el mismo que viene realizando en los dos últimos años, especialmente a lo largo del mundial. Es cierto que el partido es más “importante” que ningún otro pero se resuelve desde el mismo trabajo que vienen haciendo.
ü Tener totalmente claro el trabajo a realizar. Cada uno, a nivel individual y colectivo, sabe lo que tiene que hacer. Es cuestión desarrollarlo sobre el terreno de juego con determinación, sin dudas.
ü No variar apenas el propio trabajo. Mantener las señas de identidad que han llevado hasta la final. No se debe abandonar el camino recorrido hasta alcanzar la final. No se debe optar por sistemas poco entrenados, que no domina el equipo. Se debe apoyar el equipo en sus armas, en aquello que domina y en lo que es competente. Hay que ser fieles al propio estilo de juego.
ü Poner énfasis en el propio trabajo. Tiene importancia lo que haga el propio equipo, de forma que ponga en dificultades al rival, creándoles dudas, provocando desequilibrios tácticos y errores.
ü Traducir las dificultades del rival en soluciones. No hay equipos invencibles, ni siquiera mejores o peores. Enfrente va a haber un rival que tratará de ser más listo y que buscará arrebatar las ilusiones. Conviene desmenuzar el trabajo del rival para traducir sus potencialidades en soluciones.
ü Generar expectativas de éxito respecto al trabajo y el rival. Es inteligente recordar que el trabajo que exige el partido se conoce, está entrenado y se domina, siendo competentes para desarrollarlo de forma óptima. Es necesario sentir que realizando un buen trabajo es posible superar a cualquier rival.
ü Manejar la condición de favorito. Intimidar al rival desde el trabajo bien hecho. Desde el trabajo bien hecho hay que ir madurando al rival a lo largo del partido provocándole dudas, intimidándole hasta lograr que se fatigue y se desequilibre.
ü Poner más ilusión en el camino que en la meta. La obsesión con “ganar”, con lograr el “título”, es decir con la meta, es incompatible con el trabajo bien hecho, ya que atenaza e bloque el talento. La ilusión debe estar tanto o más en el camino (trabajo) que en la meta (título), es decir en hacer un buen trabajo sabiendo que ese es el mejor camino para ganar.
ü Reforzar la autoconfianza colectiva. Se llega a una final por méritos propios. Es aconsejable reforzar las claves del trabajo bien hecho desarrollado en los partidos previos, que han conducido hasta la final. También es interesante analizar cómo el equipo ha ido creciendo a lo largo del campeonato. En definitiva, debe haber un convencimiento de que el equipo está preparado. Es más “equipo” y más “competitivo”. No es necesario sentirse el mejor, es suficiente saber que puede superar a cualquier rival. Pensar que es posible acerca mucho la consecución del título.
ü Gestionar las dificultades del partido más desde la inteligencia que desde el corazón. El partido exige “leer” cada situación del juego y resolverla desde la “inteligencia”, aplicando las soluciones trabajadas y entrenadas. Ante las dificultades hay que actuar con inteligencia y determinación.
ü Reforzar la decisión de competir, pelear, pugnar, superar al rival en cada acción. Competir exige vivir el “duelo” o la “pelea” con el rival, sabiendo que hay que “matarlo” para que no suceda a la inversa. Hay que vivir cada acción como un duelo en el que se busca superar al rival.
ü No variar las rutinas previas al partido. Cada futbolista sabe lo que debe hacer para sentirse bien. Antes del partido es importante que cada uno se encuentre a sí mismo, por lo que no se deben variar esas “rutinas” que a uno le han ayudado siempre.
ü Aislarse del ambiente externo. No jugar el partido horas antes de su inicio. Se debe entender la alegría, la ilusión y la euforia de la afición. Es bueno que lo sientan para así apretar más al rival desde la grada, lo que no debe contagiarse al equipo. Conviene distanciarse de esa euforia para entenderla pero no permitir que entre en el vestuario. La euforia está reñida con el trabajo bien hecho.
El partido no se puede jugar en la cabeza días u horas antes. Así se produce un peligroso desgaste que se refleja posteriormente en el terreno de juego, perdiendo energía, dinamismo, creatividad.
ü Mantener el estilo de vida habitual. Hay que hacer una vida lo más normal posible, aquella que contribuye a sentirse bien, distraído, cuidando la alimentación, el descanso y también las emociones.
“Es más fácil ganar una final cuando se trabaja bien; buscar el disfrute ante la máxima exigencia o dificultad suele ser garantía de éxito”
lunes, 9 de mayo de 2011
¿QUÉ ENTENDEMOS POR SABER COMPETIR?
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¿Por qué el nombre de saber competir?. Detrás de esta web encontrarás el valor de la “superación”. Se trata de un elemento diferente del “talento” y de la “condición física”. Saber Competir es un elemento “olvidado” que incide sobre el rendimiento individual y colectivo. El talento se expresa libremente, sin límites, cuando se sabe competir.
Saber Competir es hacer frente a las dificultades con el objetivo de superarlas, entender la importancia del esfuerzo, aceptar y convivir con el cambio o los imprevistos, trasformar los problemas en retos o metas, estar guiado por la superación de continuos y sucesivos retos, querer aprender y mejorar en cada momento, sentirse estimulado por la responsabilidad y la exigencia. Saber Competir es tener una mentalidad de “superviviente”, siempre desde una ética personal. Basicamente, “saber competir” es superación personal. “Saber competir” es una manera de ser, de estar, de trabajar.
“Saber competir” consiste en lograr que la mente “fluya” ¡siempre!, bajo cualquier circunstancia y en cualquier escenario. Uno trabaja de forma inteligente, sintiendo plenamente lo que está haciendo, viviendo el instante presente, momento a momento, de tal forma que es lo que estás haciendo. El grado de concentración en la tarea es tal que uno se olvida de todo, hasta de si mismo, de hacerlo bien o mal, de ganar o de perder. Actúa de forma más inteligente que nunca, lee la situación y la resuelve con eficacia, casi de forma automática. Se siente competente en lo que está haciendo, ¡tiene confianza!. En el fondo, sabe que trabajando más y mejor superará a los “mejores”. La mente es llevada por el devenir de las acciones, fluye, lo que hace que el talento se exprese libremente, sin límites.
“Saber competir ” se enseña; “saber competir” se aprende. “Saber competir” comienza por superarse uno a sí mismo y termina por poner en disposición de superar a tus rivales.
El motor que a uno le conduce a lo largo del proceso que lleva hasta “saber competir” es la “superación personal”. En este proceso se pueden distinguir tres etapas. En la primera etapa el deportista trata de superarse a sí mismo; uno se enfrenta consigo mismo; trata de estimular el desarrollo de sus propias habilidades; uno puede llegar a ser su mayor enemigo por los obstáculos internos que él mismo se genera. Uno vive ensimismado, pendiente de sí mismo.
Desde la cultura de superación personal se llega a una segunda etapa. Uno toma conciencia de que el rival está cerca de si. Ya no es uno mismo. Es otro que está junto a él. Es su propio compañero de equipo con el que establece una sana competencia y de la que se enriquece tanto uno como el equipo. El esfuerzo se centra en la superación del compañero. La superación personal le ha ido haciendo competente. Cuando se entiende esta sana competencia dentro del equipo el compañero deja de ser rival y pasa a ser un cómplice o socio con el que es necesario colaborar, hacer un auténtico trabajo en equipo. Cuando el compañero deja de ser un rival y es más un cómplice, cobra protagonismo el auténtico rival. Ése ya no está al lado sino enfrente. Se trata del adversario. Ese si que es el rival.
En una tercera y última fase cobra relevancia el rival que vive fuera del vestuario. Se trata del adversario. Ese se sitúa enfrente durante la competición. Ahora el esfuerzo se centra en la superación del adversario. La superación personal y la sana competencia con los compañeros de equipo le han ido preparando a uno, dotándole de recursos, de tal forma que le llevan a estar en disposición de superar a sus auténticos rivales en la competición deportiva. Los equipos rivales van a hacer todo lo posible por superarnos. Uno, los compañeros, y el equipo han de estar preparados para superar el duelo en que consiste la competición.
La competición supone un doble duelo. Exige la superación personal e invita a la superación del adversario. El rendimiento óptimo se explica desde la idea de fluir. El doble duelo no se vive de forma amenazante; todo lo contrario, se vive y se siente como un desafío o un reto ante el que uno se sabe competente y capaz de superarlo, desde el trabajo bien hecho. Entonces se siente un disfrute intrínseco vinculado al máximo esfuerzo físico y mental, que hace que pasen desapercibidos. Uno se siente que maneja la situación y que está por encima de las circunstancias. Siente que tiene la llave de su rendimiento.
Saber Competir puede quedar muy bien ilustrado desde la inteligencia y el equilibrio emocional de Roger Federer; la motivación y el espíritu de superación de Rafa Nadal; la alegría y el atrevimiento de Valentino Rossi; la perseverancia de Raul González; la solidaridad y el carácter lúdico plasmado en el juego de la Selección Española de Baloncesto; el liderazgo de Paolo Maldini; y la “docencia” de Pepu Hernández, Arsen Wenger o Juande Ramos.
Cualquier deportista, cualquier entrenador, cualquier persona tiene a su disposición las aportaciones de la psicología del deporte si quiere mejorar las habilidades emocionales que le ayudarán a competir, a liberar plenamente su talento en la situación de mayor exigencia y de mayor dificultad.
miércoles, 4 de mayo de 2011
"Entrenar la psicología del portero"
ENTRENAR LA "PSICOLOGÍA" DEL PORTERO.
Una de las cualidades más apreciadas en un portero es la regularidad. Es por ello que cada vez es más importante que el portero tenga una buena preparación psicológica. Esta preparación es la clave para conseguir el máximo rendimiento bajo cualquier circunstancia, lo que sin duda marca la diferencia. Es evidente que esto no se puede conseguir de la noche a la mañana. Como cualquier otra faceta del juego se debe entrenar. Las tres figuras claves encargadas de este desarrollo son el entrenador, el entrenador de porteros y el psicólogo deportivo.
Entrenar es un acto educativo. No cabe duda. El entrenador trata de trasmitir o enseñar a sus jugadores unos conceptos (SABER) y unos procedimientos o destrezas (SABER HACER). Los futbolistas agradecen que su entrenador les haga llegar con claridad su “idea” de fútbol. Estamos hablando de una faceta, inherente a su rol, que va más allá de la dirección del equipo. Me estoy refiriendo a la “pedagogía” del entrenador. Lo importante no es tanto que sepa mucho de fútbol sino cómo lo trasmite o lo hacer llegar a sus jugadores, cómo se hace entender a la hora de trasladar sus conocimientos a los futbolistas. Cuando esa acción educativa o proceso de enseñanza-aprendizaje es confusa los futbolistas no asimilan los contenidos que les trasmite su entrenador.
En educación ha surgido el concepto de COMPETENCIA. La nueva universidad, el llamado proceso de Bolonia, supone una nueva forma de entender la enseñanza de los futuros profesionales. No es suficiente que la universidad traslade un amplio bagaje de saberes teóricos y prácticos; ya no es suficiente enseñar conceptos y destrezas. Es necesario desarrollar competencias en los alumnos. Los futuros trabajadores deben estar preparados para ser eficaces en el contexto en el puedan desarrollar su trabajo. Las competencias incluyen: conceptos (SABER), destrezas (SABER HACER), ideas y iniciativas (QUERER SABER), saber desarrollar dichas iniciativas encontrando los recursos necesarios (PODER SABER), y disponer de unos valores específicos asociados al rol profesional que desempeñe (SABER SER / ESTAR).
¿Y qué tiene que ver esto con el entrenamiento en fútbol, en concreto con el entrenamiento específico de los porteros? Pues mucho. Durante años suelen acumular una ingente carga de trabajo, físico, técnico y táctico. Realizan muchísimos ejercicios para desarrollar sus “cualidades” como porteros, pero a juicio de algunos de estos entrenadores parece que ello es insuficiente.
Estamos cansados de ver chicos con excelentes cualidades para la portería. Técnicamente presentan un nivel altísimo. Tienen una excelente proyección cuando están en la etapa juvenil o se incorporan al equipo filial. Pero ¿qué pasa qué muchos de ellos no llegan al fútbol profesional? Qué explicación puede haber. Unos no tienen carácter o personalidad para ser porteros, otros no soportan la presión inherente a la máxima competición, muchos no tienen la suficiente paciencia para saber esperar y perseverar hasta que les llegue su oportunidad, y a casi todos no les gusta el banquillo o la suplencia y menos aun no entrar en la convocatoria cuando en la plantilla hay tres porteros, … Todas estas causas se están refiriendo a cuestiones relacionadas con el ámbito emocional. Son potencialmente buenos porteros pero no disponen de las necesarias competencias para ejercer como porteros en el contexto del fútbol profesional.
En la actualidad la dificultad se agudiza debido a que nuestros jóvenes son bastante inmediatos, trabajan por metas próximas y suelen abandonar ante metas aplazadas, y poco competitivos, quizás como consecuencia de la sociedad del bienestar que les ha ido acostumbrando a lograr todo casi sin esfuerzo.
Así pues, es necesario ampliar los contenidos a trabajar en la formación de los porteros. Además de las competencias técnicas es necesario desarrollar unas competencias emocionales o psicológicas, específicas de dicho puesto. Se trata de valores específicos y habilidades emocionales que incrementen sus competencias como porteros, de forma que además de disponer de unas excelentes cualidades técnico-tácticas han de SER y SENTIR como auténticos porteros.
¿Pueden identificarse esas COMPETENCIAS EMOCIONALES que deben completar la formación de los porteros? Proponemos las siguientes:
1. ENTENDER LA SOLEDAD DEL PORTERO EN UN TRABAJO COLECTIVO. El portero vive el partido en soledad, aunque se trate de un trabajo colectivo. Está solo por la especificidad de su tarea y por la distancia que le separa de sus compañeros en el terreno de juego. Mientras que los compañeros pueden pasar más desapercibidos el trabajo del portero es muy manifiesto. El portero suele estar solo en el éxito y en el fracaso; cuando su equipo mete un gol lo celebra en soledad, mientras que cuando el equipo encaja un gol lo sufre de una manera especial, también en soledad.
2. SABER MANTENER UNA ATENCIÓN FOCALIZADA PARA PODER LEER EL JUEGO SIN PARTICIPAR ACTIVAMENTE EN ÉL. Es muy difícil mantener la concentración necesaria, que exige un trabajo óptimo de un portero, cuando apenas interviene en el juego. El estilo atencional del portero es diferente al resto de jugadores del equipo. Requiere un trabajo específico hasta que el portero interiorice la importancia de su trabajo “sin balón”.
El trabajo del portero exige una concentración máxima durante todo el encuentro. Es imprescindible estar conectado a la acción, en estado de vigilancia o alerta tanto cuando no participa del juego como cuando interviene. Y no es una tarea fácil. Es algo que se debe entrenar todos los días no desconectando en ningún momento durante los entrenamientos diarios. Es de vital importancia el trabajo del psicólogo para poder dominar esta tarea, para saber evaluar nuestro estado emocional, saber si tenemos poca o demasiada activación nerviosa. El portero debe saber encontrar el estado ideal de rendimiento utilizando técnicas que disminuyan dicha activación cuando es excesiva (relajación) o que la incrementen cuando sea insuficiente (energetización).
3. DIRIGIR O DAR INSTRUCCIONES A LOS COMPAÑEROS, LIDERAR DESDE LA PORTERÍA. Un buen portero manda y dirige a sus compañeros, especialmente a los defensas. Es una tarea de suma importancia que no puede depender de la personalidad o carácter de su portero. Es mudo, no habla, se quejan en ocasiones los entrenadores. Muchos piensan equivocadamente que el carácter no se puede modelar ni cambiar. Nada más lejos de la realidad.
Es imprescindible que el portero tenga mucho carácter. El psicólogo deportivo es quien va orientando el carácter del portero hacia el liderazgo. Todo el mundo espera de él que mande, tenga jerarquía, lidere desde atrás al equipo. Se espera que maneje el estado anímico del equipo desde la portería. Es una exigencia común de todos los entrenadores, organizar al equipo ya que dispone de una situación privilegiada para observar el comportamiento del equipo.
4. ACEPTAR Y CONVIVIR CON LA POSIBILIDAD DEL ERROR. El error del portero es muy manifiesto, muy evidente, y puede tener una gran trascendencia sobre el resultado. El error del resto de jugadores pasa mucho más desapercibido y no es tan determinante sobre el resultado del partido. Desde una lógica emocional el portero está pendiente de no cometer errores, lo que le hace estar mucho más inseguro. Tratar de no equivocarte se traduce en un trabajo inseguro y provoca la aparición de más errores. El error es inherente a la condición de ser humano, dicen que errar es de humanos. Pero, además, el error del portero suele ser de “bulto” o “grosero”, es decir muy evidente y peligroso para el equipo. El portero puede aprender a convivir con el riesgo del error, como algo inherente a su trabajo, de forma que no le afecte en su trabajo.
Es difícil pasar desapercibido porque todas las acciones cobran notoriedad, tanto para lo bueno como para lo malo. Hay que entender que el error forma parte del juego y que es imposible no fallar nunca. La diferencia está en si sabe manejar la situación después de un error o si es la situación la que maneja al portero. Si consigue inmediatamente focalizar de nuevo la atención sobre el juego o si se va del partido y ya no se consigue volver a él.
5. CONTAGIAR SEGURIDAD. El portero contagia sus emociones a su equipo y a la grada. Un portero seguro y con confianza proyecta seguridad a sus compañeros en el trabajo defensivo. Un portero seguro mantiene tranquilos y confiados a sus aficionados. La inseguridad del portero resta confianza de sus compañeros en él, haciéndoles más difícil la labor defensiva. Es muy curioso cómo se “escucha” con gran nitidez el silencio de la grada ante una acción de un portero cuando lo percibe algo inseguro. A su vez este silencio llega a bloquear al portero porque esa falta de confianza de la grada le hace más inseguro todavía.
El portero es un gran “transmisor” de estados anímicos. Es el primero que debe dar seguridad al equipo. Esta seguridad permite al equipo trabajar con mayor tranquilidad, trasladando a la grada confianza y consiguiendo un ambiente favorable para el desarrollo del encuentro. En las primeras acciones del partido conviene no arriesgar y efectuar varias intervenciones sin ningún titubeo. Todo lo contario debe hacer al final del partido donde el portero debe transmitir control de la situación arriesgando en esas acciones finales. El equipo contrario suelen ejecutar acciones de mala calidad por la inmediatez y el apremio de la falta de tiempo.
El portero es un jugador que puede ayudar a manejar el tempo del partido. Es algo difícil de aprender porque en la mayoría de las situaciones cuando acabas de intervenir la adrenalina corre por las venas y el cuerpo demanda más acción. Pero en ese momento es cuando más tranquilidad se debe dar al equipo porque el contrario está atacando y el equipo necesita recomponerse para poder retomar el control del partido. Todo lo contrario sucede cuando está sin participar en el juego, poco a poco va bajando la activación y puede llegar a desconectarse de la acción.
6. ORIENTAR HACIA LA MEJORA DE LA TAREA. El portero suele estar muy orientado hacia el éxito. Se mueve por motivaciones relacionadas con la satisfacción del ego, como ser titular, mantener la portería a cero, detener penaltis, tener continuidad en el equipo titular, ser protagonista por su excelente trabajo, ser objeto de buenas valoraciones por parte de los medios de comunicación… Entonces, se desanima muchísimo cuando no juega, no tiene protagonismo, y piensa que no lo va a tener debido a que otro compañero cuenta, según su impresión, con la confianza del entrenador. Es necesario que el portero se mueva también por otras motivaciones que le ayuden a trabajar diariamente y a mantener el ánimo aunque no participe habitualmente en la competición. Se hace imprescindible enseñar a los porteros a encontrar motivaciones más relacionadas con la tarea, inherentes a su trabajo diario. Hablamos de la conveniencia de utilizar motivaciones de tipo intrínseco.
Es importante que el portero entienda que la titularidad no depende de él, sino que es una decisión del entrenador. Lo que sí depende de él es su trabajo diario y es ahí donde debe centrar toda su atención y esfuerzo. Un buen trabajo diario es el mejor camino hacia la titularidad.
Es de vital importancia marcarse un objetivo para la temporada para evitar la relajación. El objetivo debe ser concreto, cuanto más concreto mucho mejor. Trazar un plan de cómo vamos a conseguir ese objetivo, marcando unos objetivos secundarios necesarios para la consecución del objetivo principal. Estos objetivos secundarios nos ayudarán a evaluar si estamos caminando en la dirección correcta. No debemos ser inflexibles en el camino trazado, sino todo lo contrario. Esta capacidad de adaptación nos permitirá sacar el máximo partido a los imprevistos que nos vayamos encontrando. El entrenador de porteros cobra especial protagonismo en la batalla contra la relajación que puedan sufrir los porteros. Todos los entrenamientos tienen que estar orientados hacia una mejora concreta. Es el principal responsable de las sensaciones que siente el portero (la famosa “chispa”). El entrenamiento del día anterior y el calentamiento son los momentos que más marcan la confianza de un portero de cara a la disputa de un encuentro. Es primordial que el trabajo del entrenador de porteros deje una sensación de pleno dominio de todas las acciones del partido.
7. APRENDER A TRABAJAR POR METAS A LARGO PLAZO O SABER ESPERAR LA OPORTUNIDAD DE PARTICIPAR EN LOS PARTIDOS. Es muy difícil encontrar porteros que hayan triunfado siendo muy jóvenes. Iker Casillas, Asenjo y Víctor Valdés son excepciones. Lo normal es el caso de ese portero que alcanza la continuidad en los partidos a partir de los 25 años. Los entrenadores suelen valorar la experiencia como una cualidad necesaria en un portero. Suelen confiar más en el portero “veterano” que en el joven, quizás por que la experiencia le ha ido dotando a aquél de las competencias de que éste aun adolece. Cuando no sabe ser paciente difícilmente sobrevive un portero en el fútbol profesional.
8. ACEPTAR O SABER CONVIVIR CON LAS CRÍTICAS. El futbolista hace un trabajo “público” en cuanto que lo desarrolla ante los ojos de miles de aficionados que están en la grada o sentados delante del televisor. Es como trabajar en un “escaparate”, a la vista de cualquiera. No resulta fácil aislarse totalmente de esta circunstancia y centrarse totalmente en su trabajo. Cualquier futbolista ha vivido la sensación de sentirse observado o examinado por el gran público. Entonces el rendimiento decae drásticamente. Además, de un trabajo desarrollado en público cualquiera puede opinar sobre él. ¡El más difícil todavía! El futbolista suele leer casi todo lo que se publica sobre él, aunque confiese lo contrario. Ser objeto de críticas o sentir que existen dudas respecto al propio trabajo debilita enormemente la autoconfianza individual. Es necesario dotar al portero de recursos de tipo psicológico que le ayuden a convivir con su “examen” semanal.
9. MANEJO INTERNO DE LA PROPIA AUTOCONFIANZA INDVIDUAL. El portero debe trasladar confianza desde su trabajo. No puede esperar que el entrenador le “regale” confianza. Nadie le va a conceder una confianza ciega. Es una expectativa equivocada por parte de muchos futbolistas. Son ellos los que deben convencer a sus entrenadores, lo que solo es posible desde el manejo de la propia autoconfianza. Los demás pueden dudar pero uno no puede dudar se sí mismo. Esto resulta difícil que surja espontáneamente cuando el futbolista es joven o está en proceso de formación. Hay que enseñarle y trasladarle recursos para que sepa navegar en el mar de las dudas ajenas.
10. COMPETIR CADA DÍA. El joven portero que intenta hacerse un hueco en el fútbol profesional suele tener pocas oportunidades de participar en los partidos. Equivocadamente piensa que está perdiendo el tiempo al no poder jugar con continuidad. Así, sin darse cuenta, está despreciando la oportunidad que le ofrecen los entrenamientos para competir. El compañero se ha de convertir en el rival a superar, buscando con él un duelo permanente pero noble, siempre desde el trabajo bien hecho. Ese duelo ha de aprender a llevarlo desde el espíritu de superación, incluso más allá del terreno de juego. En ocasiones el compañero más veterano maneja unos resortes que acaban desequilibrando al más joven. Esto no es posible. Debe aprender a convivir con este tipo de situaciones sin que hagan mella en su ánimo ni en su trabajo.
Es importante que el entrenador de porteros cree un ambiente de competencia sana entre los porteros pertenecientes a la plantilla desde el primer entrenamiento. Todos los porteros creen que este es el momento más importante de la temporada para hacerse un hueco en el equipo titular. Es sorprendente lo habitual de muchos porteros que después de la primera jornada, tras conocer la elección del entrenador en la portería, se relajan y dejen de trabajar con la intensidad necesaria. Es un error garrafal que cometen tanto los porteros que consiguen ser titulares (tienen la falsa sensación de haber conseguido la meta de la temporada), como los suplentes (asumen mal su rol y ya no presentan batalla).
11. DESARROLLAR HABILIDADES PARA EL AUTOCONTROL EMOCIONAL: CONTROL DE LA ANSIEDAD, EL ESTRÉS, EL ENFADO Y EL DESÁNIMO. En ocasiones el propio carácter es el mayor obstáculo a superar. Ante situaciones de dificultad, exigencia, conflicto, frustración de puede desatar un caudal de emociones. Según la personalidad puede surgir entonces el enfado, la ansiedad, el desánimo… y se hace difícil trabajar como uno es capaz de hacerlo. Manejar estas emociones para contenerlas y lograr que no afecten al rendimiento es clave en cualquier futbolista, mucho más en el caso del portero ya que está más expuesto que el resto ante este tipo de situaciones. Se trata de aprender a vivir “solo” ante el peligro, disfrutando al máximo mientras desarrolla su trabajo, logrando aislarse de las circunstancias que rodean a la tarea. Entrenar habilidades psicológicas que favorecen el autocontrol emocional es aconsejable siempre, mucho más en los porteros.
¿Cómo se pueden sumar de forma efectiva estos contenidos PSICOLÓGICOS a la preparación de los porteros? Debe producirse un trabajo complementario entre el entrenador, el entrenador de porteros y el psicólogo del deporte.
El entrenador y el entrenador de porteros deben diseñar el trabajo adecuado para la mejora de esta cualidad dentro del terreno de juego. Es básico insertar el trabajo psicológico entre las tareas diarias técnico/tácticas del portero. Por su parte el psicólogo deportivo debe ayudar a que el portero optimice sus respuestas emocionales en cada situación, dentro y fuera del campo, en soledad y de forma colectiva. El psicólogo del deporte enseñará al portero aquellas herramientas o estrategias necesarias que le permitan observar y regular sus estados emocionales según las situaciones a las que se va a enfrentar.
El entrenador y el entrenador de porteros desarrollarán el aprendizaje de valores y habilidades emocionales mediante un trabajo transversal, es decir insertándolo en su programación del entrenamiento diario. En dicha labor pueden contar con el asesoramiento del psicólogo del deporte. Éste personalizará el trabajo más directamente relacionado con el desarrollo de habilidades emocionales mediante un trabajo individualizado que se realizará de forma periódica y programada.
Dicen que los porteros están un poco “locos”. Nada más alejado de la realidad. Si el deportista necesita de una maduración personal acelerada para desarrollar competencias que le ayuden a sobrevivir en un contexto profesional, más todavía en el caso del los futbolistas dado el seguimiento de que es objeto el fútbol a nivel social y de los medios de comunicación. El portero no suele ser ningún “loco”, todo lo contrario. Suelen ser jugadores con una dimensión personal importante para su edad. Son jóvenes que les toca hacerse “mayores” de forma acelerada. Su preparación será insuficiente mientras no contemple apoyar y reforzar ese ámbito emocional específico.
Hay mucho trabajo por delante para convertir al portero en la figura que todos esperan que sea. Ese trabajo debe estar perfectamente coordinado por el cuerpo técnico. Pero aquí la figura más importante es la del propio guardameta que debe tener un afán constante de superación. Estar siempre en busca de la mejora constante e ilimitada. Todos sabemos que la perfección es imposible de alcanzar, pero cuánto más cerca estemos de ella mejor portero será.
No crean ustedes que estas opiniones surgen del conocimiento científico. Sobretodo están fundamentadas en la experiencia del trabajo psicológico con diferentes porteros del fútbol profesional. Como psicólogo del deporte puedo haberles enseñado algo; como porteros me han ayudado a conocer la psicología específica de su puesto o demarcación. Me han enseñando mucho más ellos a mí que a la inversa.
lunes, 2 de mayo de 2011
DECÁLOGO DE EQUIPO
1. El equipo es nuestro mejor socio, quien mejor nos ayudará a lograr nuestras metas personales. Lo que le demos al equipo nos lo devolverá multiplicado. Sé generoso con el equipo, él lo será mucho más contigo.
2. El talento cobra sentido al servicio del equipo. El equipo agradece el talento solidario y sufre con el talento egoísta.
3. El protagonismo debe ser para el equipo. Un equipo importante hace importantes a sus futbolistas.
4. El equipo juega como entrena. Dime con la intensidad que entrena y te diré cómo compite.
5. Un entrenamiento “perdido” no se recupera nunca.
6. No conocemos nuestros límites, no sabemos hasta dónde podemos llegar. El esfuerzo máximo y el trabajo bien hecho nos llevarán cada día más lejos. Las excusas no las admitimos, ya que nos impiden progresar.
7. La autoexigencia nos ayuda a crecer y progresar. La competencia interna hace más fuerte al equipo.
8. Competir es un duelo contra un rival al que si no le superamos nos superará. La suma de esfuerzos individuales que empujan en la misma dirección se convierten en una fuerza colectiva.
9. El equipo nunca se rinde. Siempre persevera en la pelea por superar las dificultades.
10. Una idea defendida por todos es una excelente idea; la misma defendida con dudas es acaba siendo una mala idea. El trabajo colectivo bien hecho es el mejor camino para superar al rival, para ganar.
Zeben Hdez
2. El talento cobra sentido al servicio del equipo. El equipo agradece el talento solidario y sufre con el talento egoísta.
3. El protagonismo debe ser para el equipo. Un equipo importante hace importantes a sus futbolistas.
4. El equipo juega como entrena. Dime con la intensidad que entrena y te diré cómo compite.
5. Un entrenamiento “perdido” no se recupera nunca.
6. No conocemos nuestros límites, no sabemos hasta dónde podemos llegar. El esfuerzo máximo y el trabajo bien hecho nos llevarán cada día más lejos. Las excusas no las admitimos, ya que nos impiden progresar.
7. La autoexigencia nos ayuda a crecer y progresar. La competencia interna hace más fuerte al equipo.
8. Competir es un duelo contra un rival al que si no le superamos nos superará. La suma de esfuerzos individuales que empujan en la misma dirección se convierten en una fuerza colectiva.
9. El equipo nunca se rinde. Siempre persevera en la pelea por superar las dificultades.
10. Una idea defendida por todos es una excelente idea; la misma defendida con dudas es acaba siendo una mala idea. El trabajo colectivo bien hecho es el mejor camino para superar al rival, para ganar.
Zeben Hdez
jueves, 28 de abril de 2011
Factores importantes en la credibilidad de un entrenador
¿CÓMO PUEDE GESTIONAR EL ENTRENADOR SU PROPIA CREDIBILIDAD ANTE SUS JUGADORES?
LA CREDIBILIDAD DEL ENTRENADOR, UN FACTOR QUE FLUCTÚA.-
El entrenador es una figura clave en un equipo. Su comportamiento diario no pasa desapercibido para sus jugadores. El jugador observa cómo su entrenador actúa, habla, siente, organiza y dirige los entrenamientos, motiva, dirige el partido, resuelve los conflictos… Realmente el entrenador se “examina” diariamente ante sus jugadores. Haga lo que haga aquél éstos lo perciben y lo procesan de forma que, según lo valoren, se acercan o se alejan de su entrenador.
La credibilidad del entrenador tiene que ver con el poder de influencia que su comportamiento, opiniones y propuestas van teniendo sobre los miembros del equipo. Cuando son compartidas, aceptadas y seguidas por su equipo hablamos de que el entrenador se ha ganado su credibilidad.
La credibilidad del entrenador no es estable ni inherente a su rol. El comportamiento diario del entrenador suma o resta sobre su propia credibilidad. Es como un valor en bolsa, que cotiza al alza o a la baja, según su comportamiento sea valorado por sus jugadores. El jugador se acerca o se aleja de su entrenador en función de circunstancias que se suceden cada día y que tienen mucho que ver con el comportamiento de éste.
¿Qué factores incrementan la credibilidad de un entrenador? ¿Qué aspectos acercan al entrenador hacia sus jugadores de forma que contribuyen a que éstos le reconozcan como su líder?
1. Ser percibido como experto en fútbol.
2. Ser un buen director de grupo o equipo.
3. Saber motivar o crear climas de rendimiento.
4. El rendimiento del equipo.
1. EXPERTO EN FÚTBOL.-
Los jugadores valoran mejor a su entrenador cuando piensan que conoce y sabe en profundidad de su deporte, cuando le tienen por un experto. El buen entrenador es capaz de aumentar el conocimiento y el dominio del juego por parte de sus jugadores, les hace mejores profesionales. El buen entrenador, más allá de entrenar, enseña fútbol por lo que contribuye tanto a formar y desarrollar deportivamente a sus jugadores como a optimizar su proyección profesional.
Cómo se entrena es un factor importante a la hora de que los jugadores crean más o menos en su entrenador. Entrenamientos estructurados, variados, exigentes competitivos, lúdicos, muy relacionados con el patrón de juego, que tengan trasferencia sobre el partido, son muy valorados por los jugadores. Éstos ya van teniendo información y formación suficiente para valorar la metodología de entrenamiento que utiliza su entrenador. Una buena metodología refuerza la percepción que como experto pueda tener el jugador de su entrenador.
2. DIRECCIÓN EFICAZ DEL EQUIPO.-
Es el aspecto que más peso tiene en la valoración que los jugadores hacen de su entrenador. Cómo gestiona diariamente la dirección del equipo es un factor determinante en la aceptación o rechazo por parte de los jugadores hacia su entrenador. Esperan de él que sea un buen “psicólogo”. La credibilidad del entrenador en gran medida depende de cómo “lleva el vestuario”. Dentro de la dirección del equipo están bastante claras aquellas características que acercan más al entrenador hacia sus jugadores. Éstas son las siguientes:
- Respeto personal. En la sociedad actual ya nadie tolera que se le falte el respeto o que se le hiera el amor propio, menos aún delante de otras personas. Nunca está justificada la falta de respeto, ni siquiera producto del enfado.
- Actitud de ayuda. El jugador necesita sentirse valorado y apoyado por su entrenador. La exigencia no debe estar reñida con la inquietud de ayudar a que el jugador y el equipo crezcan en su dominio del juego.
- Generador de climas afables. El entrenador debe favorecer un clima afable en la relación con los jugadores y el resto del cuerpo técnico. El entrenador debe mostrarse cercano pero no muy próximo, nunca tratando de ser uno más o un colega. Tampoco puede mostrarse distante, incluso generando cierto temor. Desde la cercanía y la cordialidad hay que ser muy exigente, lo que no está exento de dificultad.
- Comunicación asertiva. El entrenador ha de mantener una comunicación asertiva con los jugadores, hablar claro pero de forma respetuosa. Sus mensajes deben ser claros, concretos y concisos. Debe decir lo que piensa y hacer lo que dice. No debe regalar al jugador aquello que piensa que quiere escuchar pero que luego es difícil de cumplir. Menos aún utilizar argumentos retóricos y huecos que persiguen quedar bien no diciendo nada. Es conveniente hablarle al jugador de forma clara y directa, exponiendo los hechos pero nunca juzgando sus intenciones ni valorándole como profesional y como persona.
- Justicia en las tomas de decisión. El entrenador toma muchas decisiones. Éstas no pueden ser percibidas como arbitrarias y poco equitativas. En las decisiones el entrenador ha de aparecer como “justo”, tomando decisiones que atienden a criterios claros y objetivos y en las que no se casa con nadie.
- Coherencia con los valores propuestos. En su comportamiento y en sus decisiones el entrenador debe mostrarse coherente en los valores que trata de trasmitir al grupo. Ha de ser un ejemplo para ellos. El joven de hoy está suficientemente formado a nivel personal y detecta fácilmente las pequeñas contradicciones en que cae su entrenador, lo que le va apartando de él.
- Gestor de las “disidencias”. Es imposible que al entrenador le siga la totalidad de los jugadores de su equipo, que todos estén satisfechos, que interioricen todos sus valores y propuestas. Es normal, por tanto, que surjan las discrepancias, incluso las disidencias. El entrenador debe saber gestionarlas de forma que ayuden a reforzar los valores compartidos y favorezcan el crecimiento del equipo.
- Saber manejarse en su margen de maniobra. El entrenador tienen que saber convivir con situaciones que le pueden incomodar pero que no está en sus manos resolver o cambiar. En este sentido debe ser tolerante para vivir en un mundo “imperfecto”. Las polémicas acaban por perjudicar al equipo, pero lo absurdo es que resulten estériles porque se refieran a situaciones sobre las que es muy difícil actuar y más aun cambiarlas.
- Equilibrio emocional. El entrenador es esa referencia a quien todos miran desde el interior del vestuario. Es necesario que contagie su equilibrio emocional al equipo. Tras varias victorias ha de mostrarse prudente, comedido, tranquilo, satisfecho y debe frenar la alegría desmedida o la euforia; tras una racha de derrotas ha de trasmitir tranquilidad y confianza tanto en el trabajo de entrenamiento como en la capacidad del equipo, ha de mostrarse optimista y convencido de revertir la situación. Ante la dificultad todos los jugadores van a mirar a su entrenador para ver cómo es capaz de gestionarla.
3. MOTIVAR O CREAR CLIMAS DE RENDIMIENTO.-
Hay muchos entrenadores que “sufren” la competición y lo peor es que se les ve cómo la sufren. Son entrenadores más orientados a no perder que a ganar. A éstos les cambia el carácter en torno a la competición. Se muestran de otra forma a como son habitualmente, nerviosos, serios, muy habladores sobretodo recordando instrucciones y dando pautas para el partido…
El rendimiento es un estado de ánimo. El entrenador debe conocer cuál es el estado ideal de ejecución o de rendimiento. Y debe saber acercar a sus jugadores y al equipo hacia él. Debe crear climas de rendimiento en el vestuario sabiendo mover las emociones individuales y colectivas.
Al rendimiento se llega desde emociones positivas (claridad de la tarea, autoconfianza respecto a su ejecución, ilusión, disfrute, ambición), mientras que se aleja desde emociones negativas (responsabilidad, urgencia, necesidad, obligación, ansiedad, temor, enfado).
El entrenador ha de ser como un “alquimista” capaz de crear la pócima anímica que invite a liberar el talento individual y colectivo. ¿Qué ingredientes maneja el entrenador para crear el clima ideal de rendimiento?
- Claridad de la tarea y sentimiento de competencia. El entrenador debe trasladar a cada jugador, cada línea y al equipo aquellos automatismos que le permitan jugar de “memoria”. Esto es el resultado de muchas horas de entrenamiento. El equipo va construyendo poco a poco su patrón o sistema de juego.
- Reto o desafío asequible. El entrenador debe traducir el objetivo ante cada partido como un desafío o un reto asequible, ni demasiado fácil ni excesivamente difícil de lograr. La dificultad que plantea cada rival debe ser expuesta de forma que el equipo la sienta como un auténtico desafío. Ante una situación percibida como desafío el sistema nervioso autónomo activa la producción de cortisol, hormona que rige los estados de alerta o atención. Una habilidad que los entrenadores necesitan desarrollar es convertir en fácil lo difícil y viceversa.
- Vivir y sentir el duelo o enfrentamiento con un rival. Competir consiste en un duelo en el que superas al rival o él lo hará contigo. El deportista te dice que “matas o te matan, no hay término medio”. Lógicamente las armas para superar ese duelo con el rival son el esfuerzo, el trabajo bien hecho y saber competir. Vivir el partido como un duelo ayuda a que el sistema nervioso libere la adrenalina necesaria para imponer el trabajo al rival hasta superarle.
- Autoconfianza individual y colectiva. Es necesario que el jugador y el equipo se sientan competentes para desarrollar su trabajo hasta imponerlo al rival y lograr superarle. Un entrenador con dudas respecto al rendimiento potencial del equipo lo acaba limitando o frenando. Valorar las cualidades del propio equipo, clarificar la tarea, identificar los puntos débiles del rival y traducir las posibles dificultades que pueda plantear en soluciones, son aspectos que potencian la autoconfianza colectiva.
- Valores relacionados con “saber competir”. Competir supone tener mente de superviviente. Tras la idea de competir está el valor de la superación. Saber competir supone un proceso en el que se van superando diferentes etapas: 1) superarse a sí mismo; 2) superar al compañero; y 3) superar al rival. Los competidores fiables son aquellos que recorren todo el proceso, que compiten cada día para tener garantías de poder competir los “domingos”; los que compiten solo en los partidos son competidores poco fiables.
- Valores “compartidos” por el equipo. Educar determinados valores en el equipo facilita que el equipo se acerque al rendimiento óptimo en los partidos. Recomiendo potenciar al menos los siguientes valores: 1) la importancia y protagonismo del equipo; 2) conducirse siempre, cada día, desde el máximo esfuerzo; 3) saber competir o tratar de superar siempre cualquier dificultad o adversidad; y 4) buscar el acierto o la eficacia en cada acción, tanto entrenando como compitiendo.
- Máxima exigencia. El equipo está mejor preparado para la competición cuando convive diariamente con un elevado nivel de exigencia por parte de su entrenador. No está reñida la exigencia con un trato cordial o afable. El entrenador actual debe exigir con argumentos que se apoyen en la utilidad individual y colectiva y no en la autoridad o la imposición.
4. GANAR, OBTENCIÓN DE RESULTADOS POSITIVOS O VICTORIAS.-
No se puede ignorar que los resultados pueden tener un doble efecto sobre la psicología individual y colectiva, terapéutico cuando se trata de victorias y nocivo cuando se trata de derrotas. Los resultados arman o desarman vestuarios y refuerzan o debilitan la autoconfianza individual y colectiva. Es verdad que ganar refuerza el trabajo que se viene realizando y los métodos que se vienen utilizando, da credibilidad al entrenador y mejora el clima de convivencia interno de los equipos. Pero apelar a la victoria como único camino para potenciar la autoconfianza y la cohesión interna del equipo es muy arriesgado. Además, cuando se busca desde la necesidad y la urgencia ganar se suele alejar más todavía. El trabajo programado por parte del entrenador, dirigido a la construcción del equipo y a dotarlo de una personalidad competitiva, es el mejor camino para ampliar las probabilidades de obtener resultados positivos, lo que sin duda retroalimenta y refuerza ese trabajo realizado por el entrenador.
A MODO DE CONCLUSIÓN: CREABILIDAD, LIDERAZGO O AUTORIDAD.-
El entrenador dispone de un “poder” inherente al rol que desempeña. Tiene poder de decisión. Pero no necesariamente tiene autoridad. En la sociedad actual la autoridad ya no es inherente al rango del cargo o rol que se desempeña sino a la eficacia derivada de su ejercicio, a su credibilidad.
La autoridad del entrenador tiene que ver mucho con cómo ejerce el liderazgo sobre el equipo. La autoridad la otorgan hoy en día los jugadores a su entrenador cuando éste es reconocido por ellos como su líder. La autoridad tiene que ver directamente con la credibilidad, el prestigio y el reconocimiento ganado ante sus jugadores por su buena gestión de la dirección del equipo. La autoridad es inherente al liderazgo o a la capacidad que tiene el entrenador de influir en sus jugadores. Influir, dejar huella, seducir, convencer otorgan autoridad y está al alcance de unos pocos.
Recientemente, Manuel Pellegrini decía que “el entrenador tiene poder pero la autoridad se la va ganando desde el convencimiento”. Ese es quizás el reto que mayor dificultad entraña actualmente para el entrenador.
Zeben Hdez
LA CREDIBILIDAD DEL ENTRENADOR, UN FACTOR QUE FLUCTÚA.-
El entrenador es una figura clave en un equipo. Su comportamiento diario no pasa desapercibido para sus jugadores. El jugador observa cómo su entrenador actúa, habla, siente, organiza y dirige los entrenamientos, motiva, dirige el partido, resuelve los conflictos… Realmente el entrenador se “examina” diariamente ante sus jugadores. Haga lo que haga aquél éstos lo perciben y lo procesan de forma que, según lo valoren, se acercan o se alejan de su entrenador.
La credibilidad del entrenador tiene que ver con el poder de influencia que su comportamiento, opiniones y propuestas van teniendo sobre los miembros del equipo. Cuando son compartidas, aceptadas y seguidas por su equipo hablamos de que el entrenador se ha ganado su credibilidad.
La credibilidad del entrenador no es estable ni inherente a su rol. El comportamiento diario del entrenador suma o resta sobre su propia credibilidad. Es como un valor en bolsa, que cotiza al alza o a la baja, según su comportamiento sea valorado por sus jugadores. El jugador se acerca o se aleja de su entrenador en función de circunstancias que se suceden cada día y que tienen mucho que ver con el comportamiento de éste.
¿Qué factores incrementan la credibilidad de un entrenador? ¿Qué aspectos acercan al entrenador hacia sus jugadores de forma que contribuyen a que éstos le reconozcan como su líder?
1. Ser percibido como experto en fútbol.
2. Ser un buen director de grupo o equipo.
3. Saber motivar o crear climas de rendimiento.
4. El rendimiento del equipo.
1. EXPERTO EN FÚTBOL.-
Los jugadores valoran mejor a su entrenador cuando piensan que conoce y sabe en profundidad de su deporte, cuando le tienen por un experto. El buen entrenador es capaz de aumentar el conocimiento y el dominio del juego por parte de sus jugadores, les hace mejores profesionales. El buen entrenador, más allá de entrenar, enseña fútbol por lo que contribuye tanto a formar y desarrollar deportivamente a sus jugadores como a optimizar su proyección profesional.
Cómo se entrena es un factor importante a la hora de que los jugadores crean más o menos en su entrenador. Entrenamientos estructurados, variados, exigentes competitivos, lúdicos, muy relacionados con el patrón de juego, que tengan trasferencia sobre el partido, son muy valorados por los jugadores. Éstos ya van teniendo información y formación suficiente para valorar la metodología de entrenamiento que utiliza su entrenador. Una buena metodología refuerza la percepción que como experto pueda tener el jugador de su entrenador.
2. DIRECCIÓN EFICAZ DEL EQUIPO.-
Es el aspecto que más peso tiene en la valoración que los jugadores hacen de su entrenador. Cómo gestiona diariamente la dirección del equipo es un factor determinante en la aceptación o rechazo por parte de los jugadores hacia su entrenador. Esperan de él que sea un buen “psicólogo”. La credibilidad del entrenador en gran medida depende de cómo “lleva el vestuario”. Dentro de la dirección del equipo están bastante claras aquellas características que acercan más al entrenador hacia sus jugadores. Éstas son las siguientes:
- Respeto personal. En la sociedad actual ya nadie tolera que se le falte el respeto o que se le hiera el amor propio, menos aún delante de otras personas. Nunca está justificada la falta de respeto, ni siquiera producto del enfado.
- Actitud de ayuda. El jugador necesita sentirse valorado y apoyado por su entrenador. La exigencia no debe estar reñida con la inquietud de ayudar a que el jugador y el equipo crezcan en su dominio del juego.
- Generador de climas afables. El entrenador debe favorecer un clima afable en la relación con los jugadores y el resto del cuerpo técnico. El entrenador debe mostrarse cercano pero no muy próximo, nunca tratando de ser uno más o un colega. Tampoco puede mostrarse distante, incluso generando cierto temor. Desde la cercanía y la cordialidad hay que ser muy exigente, lo que no está exento de dificultad.
- Comunicación asertiva. El entrenador ha de mantener una comunicación asertiva con los jugadores, hablar claro pero de forma respetuosa. Sus mensajes deben ser claros, concretos y concisos. Debe decir lo que piensa y hacer lo que dice. No debe regalar al jugador aquello que piensa que quiere escuchar pero que luego es difícil de cumplir. Menos aún utilizar argumentos retóricos y huecos que persiguen quedar bien no diciendo nada. Es conveniente hablarle al jugador de forma clara y directa, exponiendo los hechos pero nunca juzgando sus intenciones ni valorándole como profesional y como persona.
- Justicia en las tomas de decisión. El entrenador toma muchas decisiones. Éstas no pueden ser percibidas como arbitrarias y poco equitativas. En las decisiones el entrenador ha de aparecer como “justo”, tomando decisiones que atienden a criterios claros y objetivos y en las que no se casa con nadie.
- Coherencia con los valores propuestos. En su comportamiento y en sus decisiones el entrenador debe mostrarse coherente en los valores que trata de trasmitir al grupo. Ha de ser un ejemplo para ellos. El joven de hoy está suficientemente formado a nivel personal y detecta fácilmente las pequeñas contradicciones en que cae su entrenador, lo que le va apartando de él.
- Gestor de las “disidencias”. Es imposible que al entrenador le siga la totalidad de los jugadores de su equipo, que todos estén satisfechos, que interioricen todos sus valores y propuestas. Es normal, por tanto, que surjan las discrepancias, incluso las disidencias. El entrenador debe saber gestionarlas de forma que ayuden a reforzar los valores compartidos y favorezcan el crecimiento del equipo.
- Saber manejarse en su margen de maniobra. El entrenador tienen que saber convivir con situaciones que le pueden incomodar pero que no está en sus manos resolver o cambiar. En este sentido debe ser tolerante para vivir en un mundo “imperfecto”. Las polémicas acaban por perjudicar al equipo, pero lo absurdo es que resulten estériles porque se refieran a situaciones sobre las que es muy difícil actuar y más aun cambiarlas.
- Equilibrio emocional. El entrenador es esa referencia a quien todos miran desde el interior del vestuario. Es necesario que contagie su equilibrio emocional al equipo. Tras varias victorias ha de mostrarse prudente, comedido, tranquilo, satisfecho y debe frenar la alegría desmedida o la euforia; tras una racha de derrotas ha de trasmitir tranquilidad y confianza tanto en el trabajo de entrenamiento como en la capacidad del equipo, ha de mostrarse optimista y convencido de revertir la situación. Ante la dificultad todos los jugadores van a mirar a su entrenador para ver cómo es capaz de gestionarla.
3. MOTIVAR O CREAR CLIMAS DE RENDIMIENTO.-
Hay muchos entrenadores que “sufren” la competición y lo peor es que se les ve cómo la sufren. Son entrenadores más orientados a no perder que a ganar. A éstos les cambia el carácter en torno a la competición. Se muestran de otra forma a como son habitualmente, nerviosos, serios, muy habladores sobretodo recordando instrucciones y dando pautas para el partido…
El rendimiento es un estado de ánimo. El entrenador debe conocer cuál es el estado ideal de ejecución o de rendimiento. Y debe saber acercar a sus jugadores y al equipo hacia él. Debe crear climas de rendimiento en el vestuario sabiendo mover las emociones individuales y colectivas.
Al rendimiento se llega desde emociones positivas (claridad de la tarea, autoconfianza respecto a su ejecución, ilusión, disfrute, ambición), mientras que se aleja desde emociones negativas (responsabilidad, urgencia, necesidad, obligación, ansiedad, temor, enfado).
El entrenador ha de ser como un “alquimista” capaz de crear la pócima anímica que invite a liberar el talento individual y colectivo. ¿Qué ingredientes maneja el entrenador para crear el clima ideal de rendimiento?
- Claridad de la tarea y sentimiento de competencia. El entrenador debe trasladar a cada jugador, cada línea y al equipo aquellos automatismos que le permitan jugar de “memoria”. Esto es el resultado de muchas horas de entrenamiento. El equipo va construyendo poco a poco su patrón o sistema de juego.
- Reto o desafío asequible. El entrenador debe traducir el objetivo ante cada partido como un desafío o un reto asequible, ni demasiado fácil ni excesivamente difícil de lograr. La dificultad que plantea cada rival debe ser expuesta de forma que el equipo la sienta como un auténtico desafío. Ante una situación percibida como desafío el sistema nervioso autónomo activa la producción de cortisol, hormona que rige los estados de alerta o atención. Una habilidad que los entrenadores necesitan desarrollar es convertir en fácil lo difícil y viceversa.
- Vivir y sentir el duelo o enfrentamiento con un rival. Competir consiste en un duelo en el que superas al rival o él lo hará contigo. El deportista te dice que “matas o te matan, no hay término medio”. Lógicamente las armas para superar ese duelo con el rival son el esfuerzo, el trabajo bien hecho y saber competir. Vivir el partido como un duelo ayuda a que el sistema nervioso libere la adrenalina necesaria para imponer el trabajo al rival hasta superarle.
- Autoconfianza individual y colectiva. Es necesario que el jugador y el equipo se sientan competentes para desarrollar su trabajo hasta imponerlo al rival y lograr superarle. Un entrenador con dudas respecto al rendimiento potencial del equipo lo acaba limitando o frenando. Valorar las cualidades del propio equipo, clarificar la tarea, identificar los puntos débiles del rival y traducir las posibles dificultades que pueda plantear en soluciones, son aspectos que potencian la autoconfianza colectiva.
- Valores relacionados con “saber competir”. Competir supone tener mente de superviviente. Tras la idea de competir está el valor de la superación. Saber competir supone un proceso en el que se van superando diferentes etapas: 1) superarse a sí mismo; 2) superar al compañero; y 3) superar al rival. Los competidores fiables son aquellos que recorren todo el proceso, que compiten cada día para tener garantías de poder competir los “domingos”; los que compiten solo en los partidos son competidores poco fiables.
- Valores “compartidos” por el equipo. Educar determinados valores en el equipo facilita que el equipo se acerque al rendimiento óptimo en los partidos. Recomiendo potenciar al menos los siguientes valores: 1) la importancia y protagonismo del equipo; 2) conducirse siempre, cada día, desde el máximo esfuerzo; 3) saber competir o tratar de superar siempre cualquier dificultad o adversidad; y 4) buscar el acierto o la eficacia en cada acción, tanto entrenando como compitiendo.
- Máxima exigencia. El equipo está mejor preparado para la competición cuando convive diariamente con un elevado nivel de exigencia por parte de su entrenador. No está reñida la exigencia con un trato cordial o afable. El entrenador actual debe exigir con argumentos que se apoyen en la utilidad individual y colectiva y no en la autoridad o la imposición.
4. GANAR, OBTENCIÓN DE RESULTADOS POSITIVOS O VICTORIAS.-
No se puede ignorar que los resultados pueden tener un doble efecto sobre la psicología individual y colectiva, terapéutico cuando se trata de victorias y nocivo cuando se trata de derrotas. Los resultados arman o desarman vestuarios y refuerzan o debilitan la autoconfianza individual y colectiva. Es verdad que ganar refuerza el trabajo que se viene realizando y los métodos que se vienen utilizando, da credibilidad al entrenador y mejora el clima de convivencia interno de los equipos. Pero apelar a la victoria como único camino para potenciar la autoconfianza y la cohesión interna del equipo es muy arriesgado. Además, cuando se busca desde la necesidad y la urgencia ganar se suele alejar más todavía. El trabajo programado por parte del entrenador, dirigido a la construcción del equipo y a dotarlo de una personalidad competitiva, es el mejor camino para ampliar las probabilidades de obtener resultados positivos, lo que sin duda retroalimenta y refuerza ese trabajo realizado por el entrenador.
A MODO DE CONCLUSIÓN: CREABILIDAD, LIDERAZGO O AUTORIDAD.-
El entrenador dispone de un “poder” inherente al rol que desempeña. Tiene poder de decisión. Pero no necesariamente tiene autoridad. En la sociedad actual la autoridad ya no es inherente al rango del cargo o rol que se desempeña sino a la eficacia derivada de su ejercicio, a su credibilidad.
La autoridad del entrenador tiene que ver mucho con cómo ejerce el liderazgo sobre el equipo. La autoridad la otorgan hoy en día los jugadores a su entrenador cuando éste es reconocido por ellos como su líder. La autoridad tiene que ver directamente con la credibilidad, el prestigio y el reconocimiento ganado ante sus jugadores por su buena gestión de la dirección del equipo. La autoridad es inherente al liderazgo o a la capacidad que tiene el entrenador de influir en sus jugadores. Influir, dejar huella, seducir, convencer otorgan autoridad y está al alcance de unos pocos.
Recientemente, Manuel Pellegrini decía que “el entrenador tiene poder pero la autoridad se la va ganando desde el convencimiento”. Ese es quizás el reto que mayor dificultad entraña actualmente para el entrenador.
Zeben Hdez
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